Somos una Unidad Educativa, que a través de la Evangelización, amor, respeto al prójimo y cuidado al medio ambiente, formamos niños y jóvenes de manera integral en el desarrollo científico-técnico y espiritual; con excelencia académica que contribuya al desarrollo de su comunidad, del Ecuador y el mundo; inspirados en la fe y principios cristianos de Marcelino Champagnat.
Ser una Unidad Educativa que otorgue a la sociedad seres integrales con una profunda educación científica-técnica, y espiritual; respetando la naturaleza a través de una sólida formación humana y cristiana, con la capacidad de integrarse a la sociedad de manera competitiva asegurando su buen vivir.
La Unidad Educativa Marista «Piera Grazia Bruccoleri, consciente de la responsabilidad social que tiene, asume la formación en la práctica de valores como uno de los ejes más importantes del proceso educativo. Desde las perspectivas del Evangelio, todo valor aparece como una expresión específica del amor, que se adecua a las diversas situaciones humanas. Promover los valores es humanizar y humanizar, es la tarea misma de la educación, los valores constituyen un elemento central de la educación para la
vida. Desde esta óptica consideramos los siguientes:
Nuestro fundamento es la vivencia de los valores cristianos, siendo éste uno de los ejes principales de nuestro proceso educativo. Tenemos a Jesús como centro de nuestras vidas y vocación, sintiéndonos inspirados por la misión de Marcelino Champagnat: “Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar”, “Para educar bien a los niños hay que amarlos y amarlos a todos por igual”.
Orientamos el corazón de la niñez y juventud a María, discípula perfecta de Cristo, y la hacemos conocer y amar, como camino que lleva a Jesús.
El ser Marista implica hacer un servicio de Evangelización, educando a los niños y jóvenes, en especial a los más necesitados. Evangelizamos educando y educamos evangelizando.
Ofrecemos una educación religiosa estructurada y coherente. Iniciamos a los jóvenes en la vida sacramental y les ayudamos a insertarse en una comunidad eclesial, cimentada en Jesucristo, que es profética (anuncia y denuncia), santuario y comunidad fraterna.
Nuestros destinatarios son el centro de interés en todo lo que concierne a la vida de las obras maristas. Les ayudamos a adquirir conocimientos, a desarrollar sus capacidades y crecer en valores a través del descubrimiento de la naturaleza, de los demás, de sí mismos y de Dios.
Siguiendo a Marcelino, animamos a los jóvenes a esforzarse por ser siempre mejores. Ellos han de ver que confiamos en su capacidad para avanzar y alcanzar metas. Al llevar adelante nuestra labor educativa, prestamos especial atención a los más débiles y vulnerables.
Formamos buenos cristianos y virtuosos ciudadanos, que se traduce hoy en hombres y mujeres que luchan por la justicia, por la defensa y el respeto de la vida, la libertad, que cultivan la paz, promueven una sociedad solidaria. Por ese motivo, educar con sentido marista es preparar para la vida. No grandes teorías, sino sentido práctico y creativo.
Consideramos a la persona como un ser trascendente que se realiza plenamente en el seguimiento de Jesús, que llama a todos al amor, a la santidad y a la plenitud de la vida.
Creemos que la familia es la primera educadora de los hijos, a la que acompañamos, ofreciéndole medios y oportunidades, para que asuma su misión formativa de armonizar fe, cultura y vida.
El educador marista es una persona equilibrada, responsable, crítica, creativa, dinámica, constante, comprensiva y alegre. Está capacitada para trabajar en equipo y sabe armonizar fe, cultura y vida. Acepta la Filosofía Marista, la asimila y transmite a través de la palabra y el ejemplo, se identifica con ella y con la institución a la cual representa.
El educador marista sigue el ejemplo de Jesús y de María, vive su vocación con espíritu de fe, trabaja profesionalmente con sentido apostólico, se compromete en el desarrollo integral del ser humano y revitaliza la comunidad educativa a la que pertenece con su aportación personal.
El educador marista acepta, vive y transmite los valores humanos y cristianos. Está comprometido en la transformación de la sociedad en la que vive, mediante la promoción de la justicia y de la paz, y asimila los valores culturales del medio en el que se desenvuelve.
El educador marista se entusiasma con su vocación y la considera como una expresión de fidelidad a Dios y de servicio al prójimo:
Ama a sus estudiantes porque “para educarlos bien hay que amarlos” (San Marcelino Champagnat).
Transmite, con su ejemplo y su palabra, el sentido de Dios y el valor del hombre, así como el amor y el respeto por todo lo que Dios ha creado.
Despierta, realza y promueve la fe en sus estudiantes y los conduce “a Jesús por medio de María» (San Marcelino Champagnat).
Mantiene relaciones estrechas con sus estudiantes; mediante la “pedagogía de la presencia” trata de influir en ellos más con el ejemplo que con la palabra.
Dialoga y crea un clima de confianza y fraternidad; promueve la responsabilidad de cada uno, los enseña a pensar, a enjuiciar los acontecimientos de cada día y los mantiene abiertos a la realidad de un mundo en constante mutación.
El educador marista es una persona bien preparada, tanto religiosa como profesionalmente. Vive en proceso de continua renovación; adopta los medios, métodos y técnicas más acordes con las necesidades del momento, siguiendo en ello la tradición legada por Marcelino Champagnat.
El educador marista no busca el protagonismo como medio de exaltación personal, sino que a ejemplo de María en su relación con Jesús, se pone con humildad y sencillez al servicio de sus alumnos, para lograr de ellos un desarrollo integral.
El educador marista demuestra inteligencia emocional.
El educador marista está implicado en el diseño, desarrollo y evaluación del Proyecto Educativo Institucional.
Maristas de Champagnat
Santo Domingo-Ecuador